sábado, 22 de marzo de 2008

Tratado del Amor I


Ir y venir, parte de la vida. Ignorarlo, no vivir; afrontarlo, un desafío. La Vida, sus cuestiones... un tema más.


Sonríe, tu sombra se va,
librándome una vez más
de toda preocupación;
mi maquinaria se engrasa,
trabaja sin requisitos,
generando ideas de campos
y prados reverdecidos
después del invierno gris.


Tu engaño encendió los verdes,
trasmutó el oro en plomo
con tu sonrisa de hierro
como una pila en corto,
descarga permanente
atando cuellos con alambre.


No dejas de pensar…
¡olvídame, por favor! es mejor,
es un mal sueño que nunca ocurrió,
un trago fuerte que se aferró
en la garganta, pero pasó.


Sonrío, la sombra del querer
me deja una vez más,
es que amor será dar sin recibir,
un agotamiento infinito,
un vino tinto por beber
hasta terminar la botella
y tenderse a dormir.


Hacinados en el sentir mecánico,
en el estándar del patrón infernal
deshaciéndonos de personalidad
callados, inermes de todo,
esperando por el momento indefinido.


Vuelvo a mi prado, a mi río,
a mi sentir infinito, hacia adentro;
encuentro mis rincones como los dejé,
aunque el desorden de papeles
me incomode, es cuestión de tiempo.


Solo en mi diván, soy psicólogo y paciente.


Y el final de la historia es volver a casa, como todos los días, sólo que esta vez casa está más cerca.