En algún momento, a alguien con cierta inteligencia, se le ocurrió decir que los entes vivientes evolucionan con cierta habitualidad. Tal vez funcione con los pajaritos, con las tortuguitas o con los ositos pero con el hombre habría quizás, que invertir la ecuación para que sea correcta.
A través de tu ventana
la calidez se filtraen hebras de luz,
tu felicidad se muestra
impune, incorruptible.
Eres el sueño y el deseo,
un límite inalcanzable
que pocos comprenden.
Pero ¡ay! Cuando te alcanzan
te desapareces, te haces sombra;
cuando te nombran, tu nombre no es,
tu magia desaparece, tu mano se suelta
y dejas solo a tu necesitado.
¿Es que en siglos te has cansado
de atender inútiles solicitudes?
¿Es que siempre se formula mal
el pedido divino de tu servicio?
¿Será, tal vez, que no aprendimos
a aceptar la felicidad?
la calidez se filtraen hebras de luz,
tu felicidad se muestra
impune, incorruptible.
Eres el sueño y el deseo,
un límite inalcanzable
que pocos comprenden.
Pero ¡ay! Cuando te alcanzan
te desapareces, te haces sombra;
cuando te nombran, tu nombre no es,
tu magia desaparece, tu mano se suelta
y dejas solo a tu necesitado.
¿Es que en siglos te has cansado
de atender inútiles solicitudes?
¿Es que siempre se formula mal
el pedido divino de tu servicio?
¿Será, tal vez, que no aprendimos
a aceptar la felicidad?