En algún momento, a alguien con cierta inteligencia, se le ocurrió decir que los entes vivientes evolucionan con cierta habitualidad. Tal vez funcione con los pajaritos, con las tortuguitas o con los ositos pero con el hombre habría quizás, que invertir la ecuación para que sea correcta.
A través de tu ventana
la calidez se filtraen hebras de luz,
tu felicidad se muestra
impune, incorruptible.
Eres el sueño y el deseo,
un límite inalcanzable
que pocos comprenden.
Pero ¡ay! Cuando te alcanzan
te desapareces, te haces sombra;
cuando te nombran, tu nombre no es,
tu magia desaparece, tu mano se suelta
y dejas solo a tu necesitado.
¿Es que en siglos te has cansado
de atender inútiles solicitudes?
¿Es que siempre se formula mal
el pedido divino de tu servicio?
¿Será, tal vez, que no aprendimos
a aceptar la felicidad?
la calidez se filtraen hebras de luz,
tu felicidad se muestra
impune, incorruptible.
Eres el sueño y el deseo,
un límite inalcanzable
que pocos comprenden.
Pero ¡ay! Cuando te alcanzan
te desapareces, te haces sombra;
cuando te nombran, tu nombre no es,
tu magia desaparece, tu mano se suelta
y dejas solo a tu necesitado.
¿Es que en siglos te has cansado
de atender inútiles solicitudes?
¿Es que siempre se formula mal
el pedido divino de tu servicio?
¿Será, tal vez, que no aprendimos
a aceptar la felicidad?
1 comentario:
Aceptar la felicidad no forma parte de la evolución del hombre, pues, es quien se ha encargado ¡¡¡en ser infeliz!!!
Supongo que los pajaritos, las tortuguitas y los ositos, ellos... ¡¡ellos si pueden!!
Saludos reconfortantes.
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