viernes, 6 de septiembre de 2013

La Postal



Alguna vez… alguna vez giramos el cuello hacia atrás no sin dolor, endurecido por el paso del tiempo mirando hacia delante. ¿Tendrán beneficios los girasoles que todo el tiempo van rotando para ver la luz? Alguna vez nos preguntamos sobre lo que hicimos y cómo llegamos a donde estamos parados. Sentimos el suelo, pasto, cemento, baldosa, grava, arena u hojas bajo los pies; el sol, la luna y estrellas, una noche cerrada, un día nublado, calmo, ventoso, con lluvia, húmedo, seco, con nieve… sentimos donde estamos, montaña, playa, valle, desierto, prado… estamos. Puede ocurrir que no sea el paisaje que esperábamos y lo contrario, podemos sorprendernos de haber llegado ahí. También están las pisadas a nuestra espalda: a lo lejos se ve el primer paisaje, chiquito, como una postal. Es como una postal, se ven sólo algunos aspectos de lo que realmente era.

Miramos la imagen, la vista se pierde en ese horizonte ancho y transversal del tiempo, ahí la magia y la verdad. ¿Es la magia algo distinto que ignorar la verdad? Lo desconocido es misterio; frente a él no somos más que ciegos buscando a tientas elementos para asirnos y mantenernos en pie. El misterio son esas figuras chinescas en la pared de la caverna. Y el tiempo… “las cosas tienen movimiento”: devienen. Acaso el río nunca es el mismo como nosotros, el río nos desconoce y nosotros creemos conocerlo. De ahí que el río sea sincero y nosotros no. La postal no abandona su pretensión de realidad, se extiende y la extendemos (¿creemos en el punto in extenso?) y la forzamos porque en definitiva era sólo eso y nada más: una postal.

Miramos la imagen que descubre colores y formas. Nosotros somos descubiertos por la imagen que irremediablemente nos retrata y nos vemos. Si se observa con detenimiento, podemos ver nuestras diferencias saltando a la vista. Somos iguales a lo que éramos y somos absolutamente distintos: nos reconocemos, somos nosotros y nos desconocemos porque éramos. 

Miramos la imagen… al final era sólo una postal.

1 comentario:

Mayra dijo...

Si el pasado es como una postal, que sólo el presente permite verla descubierta, como "verdaderamente" es, o fue, o quiso ser, y si estamos pintando nuevas postales, difusas ahora, permitámonos que sean lindas, dignas de ser miradas, admiradas, en el futuro aquel, que se alcance sin endurecer el cuello con el paso del tiempo. Un futuro impensado, librado al azar, de un camino que haya sido marcado mirando hacia adelante, sin dejar de girar la cabeza, sin dejar de apreciar cada trazo de la postal.